Discurs de Joan Baldoví en el Debat d'Investidura

divendres, 11 de juliol del 2008

Per la dignitat i els drets socials i laborals de totes les persones


El passat 10 de juliol i davant de la Delegació del Govern al Cap i Casal de València es convocà una concentració per manifestar la nostra oposició a l'augment del temps de treball que la Unió Europea està impulsant des de la seua Comissió.

El Col·lectiu del Bloc d'Almàssera s'adhereix a l'acte i vol reproduir l'article d'opinió de l'escriptor Javier Marías sobre el tema, a més a més del Manifest del propi acte.



LA ZONA FANTASMA
Con nuestros votos imbéciles
JAVIER MARÍAS 06/07/2008 (EL PAIS)

Uno de los mayores peligros de nuestro tiempo es el contagio, al que
estamos expuestos más que nunca –en seguida sabemos lo que
ocurre en cualquier parte del mundo y podemos copiarlo–, y en
unas sociedades en las que, además, nadie tiene el menor reparo en
incurrir en el mimetismo. Y a nadie, desde luego, le compensa ser
original e imaginativo, porque resulta muy costoso ir
contracorriente. Es el nuestro un tiempo pesado y totalitario y
abrumador, al que cada vez se hace más difícil oponer resistencia. Y
así, las llamadas “tendencias” se convierten a menudo en tiranías.
Una muestra reciente de esta rendición permanente ha sido la
aprobación por aplastante mayoría, en el Parlamento Europeo, de la
“directiva de retorno” para los inmigrantes ilegales. Es ésta una
directiva repugnante, llena de cinismo y falta de escrúpulos, que a
muchos europeos –pero ay, no a los bastantes– nos ha hecho sentir
vergüenza de pertenecer a este continente. Como si se tratara de
una parodia de Chaplin o Lubitsch, el ponente y promotor de dicha
directiva ha sido un eurodiputado alemán del Partido Popular
Europeo, Manfred Weber, que apareció en televisión muy ufano de
su vileza y vestido de tirolés, cuan¬¬do a nadie se le oculta qué clase
de gente se viste así, todavía, en su país y en Austria. A este
individuo grotesco le han dado la razón y sus votos no sólo sus
correligionarios franceses (a las órdenes de Sarkozy), italianos (a las
de Berlusconi, Bossi y Fini, notorios e indisimulados racistas),
polacos (a las de los nacional-católicos gemelos Kaczynski),
españoles (a las de Rajoy y sus flamantes “moderados”) y demás,
sino también un buen puñado de eurodiputados socialistas,
incluidos dieciséis de los diecinueve que España tiene en la Cámara
(a las órdenes de Zapatero). Yo no sé con qué cara se atreverán el
Gobierno y el PSOE, a partir de ahora, a proclamarse justos y
democráticos y humanitarios, puesto que con sus votos propugnan
que se “retenga” durante año y medio –año y medio– a un
inmigrante ilegal cuyo único delito haya sido entrar
clandestinamente en un país europeo huyendo del hambre, la
guerra y la desesperación. Y asimismo propugna que los menores
puedan ser enviados sin garantías a cualquier país, aunque no sea el
suyo de origen. Todos sabemos lo que espera a esos críos: en algún
punto del trayecto, una red de traficantes que, con el visto bueno de
los europeos, se los llevarán a donde les parezca para utilizarlos
como les plazca: esclavos, objetos sexuales, combatientes, donantes
involuntarios de órganos. Y esto se producirá mientras los
gobernantes europeos, con la mayor hipocresía, dicen preocuparse
cada vez más por los riesgos que acechan a nuestros menores.
Durante años se ha hecho la vista gorda con los inmigrantes
ilegales. Se los ha explotado como mano de obra barata, casi
gratuita, y se ha callado convenientemente que eran necesarios para
nuestras economías y para que cubrieran los puestos de trabajo que
los europeos –ya muy señoritos– se niegan a cubrir. Queremos que
alguien recoja la basura y barra las calles, cuide de nuestros abuelos
enfermos y de nuestros niños malcriados y consentidos, ponga los
ladrillos de las cien mil construcciones vandálicas que han
propiciado la corrupción de los alcaldes y la codicia de los
promotores inmobiliarios, se ocupe de las faenas más duras del
campo y limpie nuestras alcantarillas. Nosotros no estamos
dispuestos a ensuciarnos las manos ni a deslomarnos. Que vengan
esos negros, sudacas y moros a servirnos, esos rumanos que no
tienen donde caerse muertos y que se prestarán a cualquier cosa,
más les vale. Les daremos cuatro cuartos y asunto liquidado. Ahora,
sin embargo, nos hemos hecho muy mirados con los cuatro cuartos,
porque hay “crisis”. Hemos visto que algu¬nos de esos inmigrantes
delinquen –como si no delinquieran algunos españoles, italianos,
alemanes o franceses de pura cepa– y, contagiados por Berlusconi y
sus compinches –los cuales nunca han delinquido, por cierto, no se
entiende por qué tienen tantas causas abiertas que los incriminan–,
empezamos a pensar que todos esos inmigrantes son unos
criminales. Y, como lo pensamos, aprobamos una directiva que los
convierta en tales por el mero hecho de existir y haber osado pisar
suelo europeo. Se los detendrá hasta año y medio, y sin asistencia
judicial, como si fueran presos de ese Guantánamo contra el que los
europeos aún nos atrevemos a clamar. Mientras tanto, ese propio
Parlamento, quizá en previsión de la próxima escasez de mano de
obra foránea y barata, permite también que nuestra jornada laboral
alcance las sesenta e incluso las sesenta y cinco horas semanales.
Algo nunca visto ni tolerado desde 1917. Y añaden hipócritamente:
“según el libre acuerdo entre contratadores y contratados”. ¿Libre
acuerdo? Todos sabemos también lo que ocurrirá. El empleador le
dirá al empleado: “Us¬¬ted trabajará sesenta horas. Si no le gusta,
es libre de no aceptar, pero yo no voy a cambiar mis condiciones”.
¿Y qué creen que contestará el empleado, en una Europa en la que el
empleo es precario y en la que se lleva decenios convenciendo a la
gente de que se hipoteque de por vida para comprar un piso de
mierda que habrán construido esos negros y sudacas a los que toca
detener y expulsar? No me extrañaría que de aquí a poco los
europeos tengan que envainarse su señoritismo y que volvamos a
verlos barriendo calles, sólo que durante diez horas al día, seis días
a la semana. Esta es la repugnante Europa que construimos, con
nuestros votos imbéciles.


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Manifest:

Per la dignitat i els drets socials i laborals de totes les persones

Ni directiva de la vergonya, ni 65 hores de treball

Les organitzacions firmants rebutgem la directiva aprovada pels Ministres de Treball de la Unió Europea que preveu l'ampliació del límit de la jornada laboral fins a un màxim de 65 hores setmanals. També ens oposem a la directiva del retorn, més coneguda com de la vergonya, aprovada pel Parlament Europeu.

Les dues normes suposen un retrocés en els drets socials, laborals i humans de les persones que viuen i treballen a Europa. A més, són una mostra evident de les fórmules de presa de decisions de les institucions comunitàries, ni democràtiques, ni participatives i més submises a les pressions de les patronals globals.
Directiva de la vergonya.- La directiva de la vergonya estableix un termini màxim de detenció de 18 mesos a les persones nouvingudes, permetent que siga una autoritat administrativa, no un jutge, la que decidisca la seua detenció en Centres d'Internament d'Estrangers (com a Guantànamo) abans de la seua expulsió, i permet també la detenció i expulsió dels menors no acompanyats podent ser retornats a països amb els quals Europa o algun dels seus estats membres mantinga acords de col•laboració, sense necessitat que siga el país de procedència del menor, i sense garantir que seran els seus familiars o tutors legals qui se’n faran càrrec.

No acceptem els arguments que defensen la directiva, en el sentit que ara hi ha límits que no poden ultrapassar els estats europeus. Els límits són tan amplis que esdevenen una desregulació quasi total, que no solament permet als estats fer el que vulguen en aquest àmbit, sinó que justifica les polítiques neoconservadores dels governs europeus.

Directiva 65 hores.- La directiva adoptada pels ministres de treball de la Unió Europea que possibilitaria l'ampliació de la jornada laboral de les treballadores i treballadors europeus fins a les 65 hores no pot ser considerada sinó com una brutal agressió contra el conjunt dels treballadors i treballadores.

Aquesta Directiva és pràcticament, la manifestació més clara de l'aplicació del Tractat per a la Unió Europea. La seua orientació conservadora i neoliberal es posa al servei del mercat i dels interessos de les grans multinacionals, grups econòmics i financers. Condemna els treballadors i treballadores europeus a increments de jornada, noves formes de precarietat i noves formes de flexibilitat laboral.

A més, la idea que "el mateix treballador ha de negociar directament amb l'empresari" és un intent de destruir el principi de negociació col•lectiva, un intent de desactivar els sindicats com a força que contraresta la desigual relació entre ambdós estaments, un intent clar de destrucció d'allò que tantes generacions han anat bastint.

Aquest retorn als temps més foscos de la història no pot, sinó, provocar la més enèrgica repulsa i oposició En uns temps que s'endevinen difícils, on l'increment de la desocupació plana com una amenaça, és la reducció de la càrrega laboral, "treballar menys per treballar tots", l'opció vàlida, al nostre país, a tota Europa i arreu del món.

La reducció de la jornada laboral ha estat una reivindicació històrica del moviment obrer i un triomf de les forces del treball sobre el capital, aque li ha arrabassat part de l'excedent empresarial a través de la reducció del temps de treball. De plena vigència hui en el nostre país amb l'exigència de la implantació de les 35 hores, sense reducció salarial.


País Valencià, 1 de juliol de 2008